Por último, un doctorado NO una pérdida de tiempo. Esto lo digo a colación de un artículo en The Economist que ya en 2010 advertía de la desproporción entre el número de nuevos doctores al año y las plazas convocadas por las universidades. Aunque hay cierta verdad en ello, este pensamiento no debe imponerse. Hacer un doctorado no es una pérdida de tiempo. Es una inversión. Es una inversión de tiempo para nosotros, los doctores, y de dinero para los gobiernos. Es por ello que si dedicamos las mismas fuerzas a visibilizar nuestra labor dentro de la comunidad científica pero también fuera, más niños y niñas elegirán una carrera científica. Habrá menos desigualdades entre investigadores a investigadoras, y se eliminarán ciertos prejuicios sobre unas disciplinas sobre otras. Y, lo que es más importante, la ciencia será percibida como algo accesible y necesario, que es medio y fin en sí mismo para crear una sociedad crítica y avanzada. Así pues, defendamos nuestras tesis dentro, pero sobre todo, fuera de la universidad, para asegurar el futuro de una ciencia de calidad y financiada de forma pública.